LA MUSICA EN LA VIDA
Te imaginas que nota sería poder segregar música como una función corporal, en momentos especialmente emotivos de nuestra vida? La vida tendría soundtrack, la Teoría de Las Cuerdas, que es una de mis explicaciones favoritas acerca del origen del Universo, tendría su prueba en pequeña escala en nuestro planeta, cada persona podría asociarse con su sonido fundamental, y organizarse en grupos armónicos con gente afín para llenar de sonidos su camino de vida, a medida que lo recorre. Si la música fuese el canal humano de expresión e interacción personal, cada pensamiento sería una nota musical evidente y desaparecerían las agendas ocultas, las hipocresías y las máscaras diseñadas para cubrir lo oscuro del ser, ese sonido de fondo sobre el cual se elevarían las notas puras de la parte luminosa y nutritiva de cada quien. Y ni hablar de la música asociada con cada gota de agua, movimiento del aire, hoja o árbol, animal, roca o estrella. Todos cantaríamos audiblemente la propia canción de vida. Pero el hado ha dispuesto que los compases de la existencia se expresen más allá del sonido, para beneficio de los pintores y de los sordos, e ideado los musicales para recrear una cotidianidad donde, de repente, los actores enloquecen al ser poseídos por la musa y bailan y cantan, para acto seguido retornar a sus dramas domésticos dentro y fuera del escenario. El hado ha inventado los boleros, para poder sentir de manera programada toda la intensidad del amor ideal o desdichado. Ha creado el bel canto para apuntar hacia lo sublime con voces privilegiadas, o el rock para adecentar la violencia interna, o los spirituals y el jazz para recrear las respectivas emociones, y todas las demás formas de la música que forman los adoquines del camino del enamoramiento por la vida y por la muerte. Una creación musical puede definir el carácter y el destino de una persona. Sin la música, la lectura audible de la vida estaría incompleta. Una de las lecturas musicales más perfectas que he saboreado, casi una experiencia religiosa, es la introducción que hace Tolkien en su obra El Sillmarillion, cuando habla de la creación en el capítulo de "la música de los Ainur”. El genoma humano está inextricablemente unido a las notas musicales, el bebé en el vientre oye y luego recuerda los sonidos del mundo que lo recibe al nacer, la musicoterapia produce resultados sanadores comprobados, el silencio y las pausas, las variaciones y los cambios bruscos son recursos efectivos en las composiciones más originales y logradas en la historia de la música, como lo son también en la historia de la vida. Aunque la frase haya quedado como un lugar común, nadie puede negar que la música es el lenguaje del alma. La creación delicada de un luthier compite con las obras arquitectónicas más bellas, la pureza que vibra en la voz de un Cremona o de un Stradivarius, la que desgranan las teclas de un Stenway, no son inferiores a las líneas y detalles de un Taj Mahal, con la ventaja de que el violín, el piano o el instrumento que sea, en manos de un virtuoso, transforma en música el aire o la vibración, y puede viajar de aquí para allá, elevar a una mayor cantidad de conciencias, alimentar la sed de bondad y de belleza del hombre sensible. La lluvia, el mar, el río y la cascada producen un sonido musical característico. Y el agua, componente principal del planeta y de la vida que sustenta, tiene una relación muy estrecha con nuestra alma, porque constituye la mayor parte de nuestro cuerpo. De ahi que los estudiosos de la relación alma-cuerpo postulen que los ritmos interiores sólo se escuchan dentro del silencio de la meditación. El “tempo” pertenece por derecho propio al reino musical. Podemos cerrar la boca, los ojos, las manos y hasta las fosas nasales, pero no las orejas, así que es difícil separar nuestro pensamiento del ritmo de la vida que suena, el chamán y el rockero comparten el trance inducido por la música, un libro bien escrito puede ser la partitura y su lector el instrumento tocado. Yo que no canto ni apenas escribo, y que solamente pinto a mi gusto pero no tanto a gusto de otros, requiero de la música para crear, para escribir, para pintar, para vivir. Se dice de la música que es algo subjetivo, de acuerdo a los filtros que sus necesidades y aprendizajes colocan en cada oyente. Pero para mí, la verdadera música siempre va asociada con armonía y con belleza. Con la belleza absoluta, esa que no admite relativismos. El resto lo siento como ruido inarmónico, como simple creatividad con el mérito efímero de ser original, pero jamás lo confundiría con la verdadera música, en tanto sea incapaz de transmitir paz y deleite trascendente, o de hacer mejor persona a quien lo da o a quien lo recibe. Las personas que más amo también vibran en mi historia como notas insustituibles, gracias a su música personal inconfundible y a la música comercial con la que han enriquecido mi vida. Con razón la musa de este arte se llamó Euterpe (deleite, en griego). Por todo ello, y aunque me acusen de plagiar a ABBA, digo de corazón: gracias por la MUSICA!!!
Disfruté tu descripcion de la musica al ritmo de palabras. Nunca habia pensado ser una nota musical en un concierto universal, que bonita metafora, me gusto mucho.
ResponderEliminarGracias amigo, disculpa mi respuesta tardía, tu comentario te hace una nota, lo que en mi país significa que eres alguien agradable y que "vibra bien". Saludos!
ResponderEliminarHace tiempo ya, dejaste unas hermosas líneas en mi blog que ahora pasa por un intento de renacimiento. En mi afán por conocer al autor de tan bellas letras, pasé a visitar tu página y en un abrir y cerrar de ojos me topé con tu reflexión. Qué adecuados adjetivos utilizas para engalanar al oxígeno de la existencia, yo también soy de la opinión de que la música es sublime y al finalizar una melodía podría hacerlo también la propia vida.
ResponderEliminarSaludos,
@Rubrikka