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martes, 31 de enero de 2012

REFLEXIONES ACERCA DEL AMOR
El amor que está al alcance del ser humano admite tantos grados y variantes como historias personales hay. En mi caso, el amor de autosacrificio y abnegación total a favor de sus hijos que mi madre eligió vivir hasta hoy, luego de ser abandonada por su esposo, modeló mi concepción acerca del  “deber ser” a la hora de amar, y determinó mi conducta hacia las personas que he amado y deseado como pareja, personas cuya forma de amarme respondió a su propia historia y no a la mía. De ahí el desfase amoroso a la hora de sentirme correspondido, de poner a prueba mi teoría acerca de cómo se debe amar de verdad, de sentirme amado a la medida de mis necesidades, definidas por mi aprendizaje desde niño. En mi vida sólo he amado dos veces: la primera a mis 18 años, con el amor más inocente, confiado, ingenuo y dependiente que puede concebirse. Inevitablemente, un amor signado por el autosacrificio y la entrega total. Pero el sufrimiento y la manipulación fueron tan brutales que mi capacidad de amar se bloqueó durante más de treinta años, hasta hace poco, cuando la llegada de alguien afín desmontó ese blindaje emocional puesto y reforzado desde mi adolescencia. Esta mi segunda vivencia en el amor elegido me llegó de un corazón también definido por su propia historia, con algunas de las cualidades que me hicieron amar la primera vez, lo que me hace el factor común en ambos casos, el guionista del cuento de mi vida. Comencé amando desde mi inexperiencia, luego lo hice desde mi madurez, y en ambos casos, desde mi inocencia y, sobre todo, desde esa hambre afectiva que me acompaña desde que tengo conciencia de ser, hambre que tampoco fue saciada entonces por estar ambos en pleno aprendizaje evolutivo de la materia más importante a estudiar en este planeta-escuela. En esta segunda oportunidad, el amor a la seguridad y al placer alejó a quien pudo liberarme, pero me permitió ensayar el Amor Incondicional y entender que aspirar a ser amado como mi madre me enseñó, es decir, a costa de uno mismo con tal de hacer la felicidad del otro, también cae en el juego del egoísmo y de la manipulación, porque esa forma de amar se basa en el deber y se nutre de la necesidad. Y eso no es “malo”, simplemente es lo que es, lo que corresponde a su nivel, dentro del camino que lleva a aprender a amar realmente. Un camino donde es preciso tomar decisiones fuertes, como renunciar a que la otra persona sea como mi felicidad quiere que sea, y aun así seguir acompañándola hasta el fin, o abandonarla por respeto a su decisión de seguir esclava de su vida previa, o ponerse en el lugar de quien se ama para entender cada parte importante de su historia, para poder comprenderla mejor, para poder amarla más. Pasar por ello me ha llevado a entender que el amor de familia, de pareja o de amistad es casi en todos los casos un amor desde la preferencia, desde la selección o discriminación, y muchas veces desde la adicción, y que el amor verdaderamente puro, libre de egoísmo, siempre será utopía en tanto sea un amor de predilección. Mientras aprendemos a amar, esa predilección va cambia ndo a incondicionalidad hacia todos, pasando antes por la abnegación a favor de unos pocos, a costa del egocéntrico amor a sí mismo.  Es un aprendizaje duro éste de superar el egoísmo y sacrificarlo en el altar del amor verdadero, éste de aprender a amar sin excluir a nadie, ni siquiera a sí mismo, éste de aceptar a todos tal cual son en cada momento, viéndolos con compasión y comprensión y jamás juzgándolos por su pasado, únicamente entendiendo que son como son y actúan como lo hacen debido a su historia, creencias y aprendizajes. Amar es poder distinguir la esencia de la persona amada de sus errores y circunstancias de vida,  resultado de esas creencias, acciones y aprendizajes, y amarla a pesar de su totalidad y justamente por ella. Sólo desde el mirador del Amor Incondicional, sobre el que ahora teorizo por seguir lejos de si vivencia plena, el cual es total en su entrega y nada excluyente en su darse, es que el yo temporal roza la espiritualidad y puede ver como expresiones espirituales a los otros yo. Sólo entonces se tiene un atisbo del Amor en el Universo, esa energía que crea, armoniza y mueve cuanto existe entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. Sólo entonces el ser humano comienza a identificar y a identificarse con su Origen de manera consciente. Sólo entonces el amor al otro y a sí mismo se sostiene sobre la base de la equidad, que equivale a no discriminar, hasta que lleva a olvidar lo que significan las palabras yo u otro. Sólo entonces se supera el amor yoísta, que viene del ego y por tanto se basa en el egoísmo y en el miedo, y se alcanza al Amor con mayúscula, que emana del Mí Mismo, del verdadero Yo en quien se unifican Creador Personal y Creación. Hasta llegar a esa expresión de la espiritualidad que es la posibilidad evolutiva concedida como don a nuestra especie, los seres humanos vamos progresando en luchas aparentemente individuales contra el miedo, que es el opuesto al amor, y protagonizando como perseguidores o como víctimas las vivencias de la oscuridad, en un mundo donde el miedo reina: violencia, odio, separación, ataque, defensa, celos, exclusividad, dominación, destrucción, codicia, conflicto, egoísmo, juicio, injusticia, adicciones, metas falsas, esfuerzos inútiles, sufrimiento, incomprensión y todo cuanto sabemos que forma la energía oscura de la vida en el planeta y con la que contribuimos desde nuestra pequeña dualidad personal, mientras a duras penas esa dualidad va haciendo camino hasta llegar al punto donde Todo es Uno, donde ya no se diferencia la luz de la oscuridad, ni el bien del mal, ni el anhelo de la plenitud. Intuyo que todas las expresiones que asociamos con la negatividad, el dolor, la oscuridad o el miedo, incluso la discriminación, sirven de candelabro tosco pero firme a la luz, cuando ésta finalmente se enciende. La discriminación sexual, social, cultural, de credo o de raza, es cárcel para quien la sufre, y todavía más que para quien la ejerce. Aún el conocimiento de todo esto da lugar a cierto tipo de discriminación, una de las más limitantes para el alma, asociada con el hecho de creerse especial, de sentirse superior a aquel que no se ha dado cuenta, porque separa al consciente, al reflexivo, al inteligente, al culto, del que no lo es, lo cual apunta a que la cultura y el conocimiento no son el camino para descubrir el Amor, sino solamente una parte del camino. Y un camino que no necesariamente es el de todos todos, ya que muchas almas llegan a la Unidad desde sus vivencias, o desde lo emocional, y no desde la idealizada intelectualidad o desde la racionalidad. ¿O es que los otros animales, esos que llamamos irracionales, no aman o evolucionan a su ritmo, a su tiempo, a su medida, dentro del Gran Plan Universal? La aceptación puramente cognitiva de que todos somos iguales y formamos parte del Uno, no lleva de por sí a creérselo de verdad, no asegura la plena vivencia de esa Realidad, porque ésta ha de experimentarse repetidamente, actuarse, elegirse a lo largo de la existencia, hasta internalizarse como realidad personal del yo que acepta incluso la posibilidad de dejar de ser quien cree ser, para poder llegar a ser el Todo. Es un proceso de toma de conciencia duro, complejo, largo, vivido una y otra vez en diferentes escenarios y grados, dentro de la Eternidad. Un camino recorrido fuera del tiempo y del espacio material, aunque parte de él se disfrace con tales ropajes. Desde mi experiencia, siento que estoy en el camino hacia la Unidad, por un indicativo específico: cuando aprendo e internalizo realmente el aprendizaje de la Vida, y lo hago parte de mi, siento paz. Creo que a medida que vivenciamos con mayor pureza el Amor Incondicional, vamos superando las creencias limitantes del pequeño “yo” que siente miedo por creerse separado del resto de la humanidad, a la que teme y en la que busca competir y elevarse hasta ser reconocido por su poder, intelecto, dinero o cuerpo, para sentirse protegido y a salvo. Cuando alcanzo cierta indiferencia hacia esa compulsión por brillar y destacar, buscando en el fondo ser querido por los demás, cuando esa necesidad ya no es motivación, cuando voy superando el miedo y por tanto dando más cabida al amor, los intercambios energéticos son cada vez más amorosos entre mi ser y el ser del otro, sea persona o animal, planta, paisaje, idea, música o estrella. Esas interacciones conscientes acerca de quien soy y de quien es el otro, cuya limitada presencia define la mía, cuando se basan en el amor y la aceptación total propia y ajena, se van sumando y acrecentando la Conciencia Universal. Cuando una entidad ama, entonces realmente vive, y al vivir amando se expande y crece en múltiples dimensiones, elevando progresivamente su nivel de conciencia y la conciencia del Todo al cual pertenece. Pero no soy capaz de explicar lo que apenas estoy percibiendo en este sentido, porque siento que todo intento de comprender la realidad del Amor exclusivamente desde el intelecto está destinado a fracasar, aunque tratar de definirlo con palabras y controlarlo con la razón forme parte del camino evolutivo de nuestra especie. Intuir la sombra del Amor que crea, sostiene y expande a nuestro Universo, que no necesariamente es el único universo, equivale a haber iniciado el viaje místico hacia la Fuente, hacia el Origen de la Totalidad, hacia aquello que la humanidad bajo distintas versiones, todas insuficientes, todas en parte inspiradas por la Verdad, ha englobado con la palabra Dios. Y ese pulsar de la vida humana que va creciendo y creciendo en tamaño, en edad, en experiencia y en conciencia, replica en pequeño la tendencia a crecer y expandirse  que muestran las estrellas y galaxias, a medida que se alejan hacia el borde mismo del universo, tras la conocida explosión del Big Bang. Pero ya la ciencia ha descubierto que a esta expansión sigue una contracción, donde todas las infinitas entidades de nuestro universo vuelven a acercarse y a unirse entre sí, buscando formar de nuevo la partícula fundamental que al explotar dio origen al mundo material y energético que conocemos. Y se dice que esa partícula única volverá a estallar y a crear otro universo, a su tiempo, para luego repetir el proceso.  Me gusta imaginar a esa partícula original como una célula del Cuerpo Infinito, que crece y evoluciona ilimitadamente para luego decrecer hasta lo infinitesimal, en armonía con otras pequeñas células también creadoras de universos, en un flujo incesante de creación y evolución. Y ese ritmo de expansión y contracción que forma todo cuanto existe tiene para mí un ritmo particular, que es el ritmo de la Vida, y un sonido primordial, que asocio con el sonido de la respiración de ese Dios en el que creo como Origen, aunque para mí no coincida en nada con la fe de cualquier adepto a cualquier religión. Y en este punto se detienen -por ahora- mis reflexiones acerca del Amor.
                                                                                                                                          

6 comentarios:

  1. Me gusto sobre todo al principio narras tu experiencia que, desde mi punto de vista, es especial (particular) pero al mismo tiempo universal (humana): toda la vida en este mundo-escuela consiste en el aprendizaje del amor, venciendo el natural egoismo. Y es tan difícil que creo que morimos sin aun haber aprendido plenamente a amar... pero amar es eso, es experimentar, es vivir, es asumir y asumirnos, es creer, es sufrir, es soñar... es simplemente ser autenticamente humano.

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  2. Gracias Carlos por tu comentario. Yo, como tú, vivo el aquí y el ahora sin que lo cotidiano me prive de aspirar también al amor incondicional, por aquello de trascender límites personales mientras asumo mi presente. Y te doy las gracias porque con tu blog me has dado luces que realmente necesitaba para comprender muchas cosas, y ganar en autoconocimiento. No creo que pueda darse algo más importante a otro ser humano, aparte de amarlo con total aceptación. Por eso, te lo agradezco. NAMASTE!

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  3. El amor es una mierda... :) Que bueno que hayas visitado mi blog. Me gustó mucho el tuyo

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    1. Así es, el amor puede resultar una auténtica experiencia de mierda, en dos casos: cuando la otra persona o la situación no se ajustan a nuestras necesidades y deseos, o también cuando no es verdadero amor, sino uno de los tantos aprendizajes de no-amor que finalmente nos llevan a saber amar de verdad. La buena noticia es que, si todo lo que existe tiene sentido, Dios, el universo, las personas, las energías, las cosas vivas o inanimadas, los sentimientos, reflexiones, ideas, aprendizajes, etc., entonces todos y cada uno de los que vivimos, hemos vivido o viviremos, llegaremos finalmente al paso de cada quien hasta la meta común del amor perfecto. Así que paciencia y a fluir con todo. Un abrazo Rodrigo, y adelante con tu estupendo blog.

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  4. Bello texto. Gracias mil por compartirlo.

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  5. Gracias a tu sensibilidad por captar el mensaje y difundirlo!

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